La toxicidad del aire. No sólo coronavirus
La calidad del aire en el interior en nuestras viviendas y espacios de trabajo tiene una gran importancia en nuestra salud, ánimo y rendimiento.
En las últimas décadas va tomando peso la calidad del aire que respiramos. Aumenta la frecuencia de episodios de elevada contaminación en las ciudades, al excederse los umbrales de gases nocivos para la salud como son el caso del NO2, Ozono, etc. o bien de partículas finas capaces de llegar a nuestro sistema respiratorio.
Debido a la reciente pandemia por el Coronavirus SARS-CoV-2 comenzamos a ser conscientes de las ventajas de mejorar nuestros hábitos en higiene, incorporando también la salubridad del ambiente interior.
No es una novedad. Los tóxicos presentes en el aire son conocidos desde hace tiempo, así como muchos de sus efectos directos sobre nuestro organismo.
Ahora, y debido a la aparición inesperada del Covid-19, la recomendación principal de científicos y técnicos respecto a los ambientes interiores de los edificios con ocupación humana consiste en hacer cumplir protocolos de espacio mínimo interpersonal, desinfección periódica de superficies y manos, así como el uso de mascarillas y geles desinfectantes.
Hay también una gran evidencia de propagación aérea del Covid-19, por lo que el sector técnico propone una nueva medida: “Maximizar el uso de todos los sistemas de renovación de aire que hay instalados, incluyendo la apertura de ventanas”. De este modo, la eventual aparición de patógenos procedentes de alguna persona infectada será evacuada con mayor celeridad. En caso de no existir sistemas de ventilación, o bien ser insuficientes, se pueden utilizar simultáneamente sistemas portátiles de purificación por fotocatálisis.
Pero como adelantábamos, y aunque la pandemia sea el detonante de esta nueva preocupación por la calidad del aire, este contiene tóxicos de acción más lenta que debemos empezar a considerar, ya que a la larga también atacan nuestros sistemas respiratorio e inmune, siendo algunos de ellos determinantes en la aparición de enfermedades mentales como el Parkinson.
Por ejemplo, el gas radón constituye la segunda causa de muerte en España por cáncer de pulmón, por detrás del tabaco. Muchos de los materiales de construcción y mobiliario desprenden Formaldehido. Con frecuencia, nuestras ropas, productos de limpieza del hogar, o de higiene personal, emiten una variedad de compuestos orgánicos volátiles (COV´s).
Y no sólo tóxicos. Concentraciones elevadas de bio-efluentes naturales que emitimos al respirar, como el CO2, pueden mermar nuestra capacidad de atención, calidad del sueño, etc. al desplazar el Oxígeno. Una alta tasa de vapor de agua produce disconfort (sensación de bochorno) y favorece la aparición de humedades y mohos. Una baja tasa de este mismo vapor es propicio para la presencia de virus.
Y para evitar la presencia de la mayoría de estas toxicidades, de aparición continuada y no deseadas, hay una solución simple y eficaz: renovar el aire interior continuamente.